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“[Gran Pacifíca] es uno de los pocos buenos ejemplos en este segmento y hay que reconocerlo porque los malos casos siempre hacen más ruido,” dijo Kräute, de GTZ, y describió como el proyecto trabaja con la cooperación holandesa SNV en un turismo sostenible modelado con el sistema STEP de la OMT, para reducir la pobreza utilizando el turismo como herramienta. En la actualidad, Gran Pacífica trabaja con productores y comerciantes locales para desarrollar una cadena de suplidores de bienes y productos locales y venderlas entre los inquilinos.

“No podés echar a todos en un saco,”
dice Juan Caldera, uno de los dueños de las Fincas de Escamequita, un desarrollo eco-residencial, certificado y premiado en América Latina por el Rain Forest Alliance, por su participación y liderazgo en Paso Pacífico, un proyecto cien por ciento ecológico. Caldera critica que el estudio de la GTZ utilizara como referencia para Nicaragua un caso como el de Alicante, España.

“No todos tenemos la misma experiencia ni tenemos los precios del Mediterráneo ni los turistas snobs que prefieren Montecarlo”, dijo, añadiendo que con invertir en Nicaragua “uno sabe que esa persona tiene una visión diferente.”

“Todos nuestros clientes sin excepción están involucrados en actividades comunales. Están aquí para hacer la diferencia”, dijo Caldera.

Altschul, el “turista residencial” de Gran Pacífica, coincide. Y dice que la única realidad paralela en la que él vive estos días es la de las olas, ya famosas, que rompen hacia la izquierda en La Punta, y las más corridas, en la marea abierta de Ausachillo, un poco más al norte.

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