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La lógica detrás del turismo residencial es que, como producto de alta calidad, éste ayude a elevar el nivel medio del mercado atrayendo turistas más exigentes. Dentro de ese universo se destaca una población global numerosa y con un mayor poder adquisitivo y capital disponible para invertir. Los europeos acaudalados en Euros, se niegan a comprar segundas residencias a precios Mediterráneos y Centroamérica les es cada vez más atractiva; varios millones de canadienses necesitan un lugar donde recibir el calor de sol tropical durante el frío invierno. Adicionalmente, un total aproximado de 30 millones de estadounidenses, los llamados baby boomers que crecieron en la década del 60 y de los 70, están a punto de retirarse.

Los que apoyan el turismo residencial argumentan que el concepto está a tono con las corrientes y hábitos que dominan ciertos círculos sociales donde se mueve el capital de inversión. Para Rohit Talwar, especialista en tendencias internacionales de turismo, la modalidad residencial está en dos de los más populares temas de conversación entre los adinerados del mundo: viajes y propiedades.

“Con la diferencia que hoy en día, hablar solamente de viajes no despierta el interés como cuando uno habla de “la casa que tengo en X o Y país tropical,” respondió Talwar desde Londres, en un correo electrónico.

“América Central tiene que reaccionar para tomar ventaja de estos nuevos patrones de riqueza y de la conciencia social de muchos de éstos consumidores, sobretodo medioambientalistas”, agregó.

Entre las ventajas de atraer clientes adinerados con sus mayores inversiones, son las visitas más seguidas. La experiencia anecdótica muestra a Andrés Valldejuli, gerente regional de ventas y mercadeo de Seaside Mariana, que sus clientes han sido la mejor referencia. Usualmente vienen con familia y amigos y así se va ampliando la cadena boca a boca, dice Valldejuli.

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